lunes, 24 de septiembre de 2012

Nivel 20 - Tributo a Neruda


No puedo escribir los versos más tristes esta noche,
sería demasiado.
Sería pensar que dejé pasar noches como esta,
junto a él, sin tenerlo entre mis brazos,
sin besarlo bajo el cielo infinito.
A veces me quiso y casi siempre yo lo quería. 
Casi siempre lo quiero.

Podría escribir los versos más tristes esta noche,
pero la noche es inmensa,
más inmensa sin él,
¡Pensar que aún lo quiero y que nunca lo he tenido!

jueves, 20 de septiembre de 2012

Condena

La conciencia no me deja hacer nada. Me grita que soy culpable de infinidad de cosas: del derrumbamiento de una ladera sobre la carretera, de la inundación en un pueblo de Rusia, de un huracán en el caribe... Me culpa de la luna y de la noche y del fuego, del ruido del mar. Lo peor es que me sé culpable. Me recrimina por querer extinguir la humanidad (¿¡qué otra cosa podría hacer para salvarme!?). Al menos los humanos tienen a Dios para lavar sus culpas, ¿pero yo a quién atribuyo mis errores? Me acuso de haber creado a la conciencia, pero lo juro, en su momento, la cree y vi que era buena.

Imagen desde aquí.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Amnesia

No había nada en el horizonte. Cerros y cerros hasta donde la vista llegaba. Una vegetación más o menos espesa cubría el suelo: nopales, huizaches, arbustillos espinosos y pastos secos. De pronto alguna visnaga  o un cardenche. Además de los pájaros y los cables de la luz, no había otros animales. De vez en vez alguna telaraña o un hormiguero lo obligaban a rodear el "camino" que se había propuesto. No tenía a donde ir. Al principio siguió los cables, pero no lo llevaban a ningún lado, después anduvo un tramo sobre una carretera de terracería, pero ahí no había sombra, el suelo era polvoso y la respiración se hacía difícil. No sabía como había llegado ahí, pero al amanecer estaba tirado en la tierra. El frío lo despertó. No recordaba haber tomado nada, pero como no tenía memoria, lo más posible es que lo hubiera hecho. El hambre le urgía en el estómago, no fue hasta que su sombra se hizo larga nuevamente que arrancó hojas -de esas que las hormillas acarreaban para llevar a su hormiguero- y se las metió a la boca. Esperaría a la noche, quizá pudiera ver el resplandor de las luces de la ciudad.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Presencia

[Antes de comenzar, me gustaría dejarles una canción, se llama Presencia (pero en ruso) http://bit.ly/PYHgOJ, les recomiendo acompañar la lectura de esta entrada con la música que suena a partir de 6'17", sólo arrastren la barrita roja.]

"En Cachemira no hay bruma." Me dijo y yo no supe si creerle. Tenía máster en Mentir por la Universidad Plutónica de Vietnam. Ha viajado mucho, eso sí, pero no sé si creer todo lo que dice sobre sus viajes. "En Cachemira no hay bruma. Allá hay algo mucho más denso, más pesado. Algo que te hace sentir tan húmedo que  no sabes si estás llorando o el agua se condensa en tu cara y gotea por tu barba." No lo sé. Yo jamás he estado en Cachemira. Aquí rara vez hay niebla. Hoy me acordé de él. Había niebla. No podía ver más que unos treinta metros. En el coche todo estaba bien. El café seguía caliente y vaporoso, aromático. Cuando llegué al estacionamiento apagué el radio y me sorprendí. No recuerdo ni una sola de las noticias. Estoy acostumbrado a oírlas, pero hoy no pude prestar atención. Creo que ya pensaba en él. 
Una vez, cuando regresó de Budapest, me dijo que no le gustaba viajar solo. Me invitó a Argentina. El río de La Plata es otra cosa, no tiene nada que ver con los que conocía, a lo mucho con el Pantepec, pero en realidad no. No recuerdo bien cual fue su comentario, pero era de que era ilógico que se  le llamara río -como la risa- a algo que parecía más bien una corriente de lágrimas. Le dije algo como que también había lágrimas de felicidad y soltó tremenda carcajada que hasta las lágrimas le botaron. La gente se nos quedaba viendo pero eso era lo de menos. Comenzó a llover y nos fuimos al hotel. Cuando amaneció había niebla. No sé si se muy típico que en Buenos Aires haya niebla, es la única vez que he estado allí. En Xalapa de Enriques si hay niebla muy seguido, pero en Buenos Aires no sé. No alcanzábamos a ver el otro extremo de la Plaza de Mayo, los demás parecían fantasmas, incluso él ya se mostraba algo traslúcido y acuoso. Las gotas resbalaban por su cara y su barbilla parecía una fuente pequeña. Lo tomé de la mano y él me apretó con fuerza. Cuando regresamos a México visitamos el Zócalo, no quiso que lo tomara de la mano, pero me tomó del hombro y se acercó hasta mi oído para decirme que me quería, pero que aquí no lo hiciéramos. Supe que después voló a Japón, me trajo un libro, no sé de que sea, pero es antiguo y hermoso. Me invitó a Rusia, ayer hubiéramos partido hacia Amsterdam y ahí nos hospedaríamos una noche. Me pregunto si ahora habría también neblina allá. No lo sé. En el aeropuerto dijeron que el avión falló inexplicablemente. Venía de Boston. No, no estoy llorando, lo que pasa es que mientras caminaba hasta acá, por el estacionamiento, me cubrió una niebla muy pesada. Cuando es así se condensa en la piel y parece lágrimas, ¿pero sabes algo? Olvidé mi café en el coche. Regreso en seguida.


Carlos Aguilar Esparza

La imagen es de Marcediaz desde su sitio de fotos: