La conciencia no me deja hacer nada. Me grita que soy culpable de infinidad de cosas: del derrumbamiento de una ladera sobre la carretera, de la inundación en un pueblo de Rusia, de un huracán en el caribe... Me culpa de la luna y de la noche y del fuego, del ruido del mar. Lo peor es que me sé culpable. Me recrimina por querer extinguir la humanidad (¿¡qué otra cosa podría hacer para salvarme!?). Al menos los humanos tienen a Dios para lavar sus culpas, ¿pero yo a quién atribuyo mis errores? Me acuso de haber creado a la conciencia, pero lo juro, en su momento, la cree y vi que era buena.
Imagen desde aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario