El Infierno, Aguascalientes, Ags. a 8 de octubre de 2012
Después de un largo reposo
me he decidido a continuar.
Quizá esto no sea un poema
y sea en lugar de aquello
un diario.
No lo sé
-como muchas otras cosas-.
Hoy al fin tendré trabajo,
uno que yo quiero
y aunque he salido perdiendo
ya ganaré.
Después de una inmensa zozobra
compré un libro usado
y otro nuevo
en la librería de usados.
Fui a la librería
-esa de libros nuevos
con un empaque nuevo
y el polvo más nuevo
que se puede conseguir en el mercado-
a comprar unos poemas,
pero estaba cerrada.
Después de dudarlo
y con algo de dinero en el bolsillo
(y bastante de deudas en la mente)
fui a la tienda de música
dispuesto a comprar un disco
que ya había descargado de internet.
No lo encontré.
iLiKETRAiNS
pero en Aguascalientes no hay,
no en el Infierno.
Subí al autobús
-he visto que en otros lugares usan rutas indescifrables,
aquí llevan los números,
todos,
del uno al cincuenta-,
al de la ruta dos
y traté de llegar temprano a casa.
Mnemosine surgía de mis auriculares
y el tren dejó de gustarme:
interrumpía mi camino,
la ruta del bus.
Llegué a casa,
el bebé
-ese ser que no sé que hace en casa-
había dejado finalmente
de llorar.
C. A. E.
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