...para sentirte acompañado
cuando te sientes vencido...
Enrique Bunbury
En un momento dado
ahí estás,
frente a tu padre.
Y le gritas que quieres morirte
y lo acusas de darte la vida.
Amanece y la tierra aún gira
y te hace viajar veloz
a través el universo
que tampoco muere
y quieres vomitarlo todo.
Y discutes con tu esposo
y tu amante te tira la plancha
y conoces a alguien por la calle
y decide que mejor se va a dormir a su casa,
sólo.
Anochece y la lluvia también cae
y sientes que tus huesos caen
y que necesitas romper los aparadores
para que los vidrios y la sangre
también caigan.
All are there, for ever falling,
falling lovely and amazing.
Y te vas a dormir
pero la cama ya no es tu cama
y la almohada tiene sus propios sueños
y no los comparte contigo
y una pesadilla regresa
de cuando aún no tenías ni doce años
y despiertas llorando
y sin cobija.
Aún no amanece,
te ocultan un techo
y sus telarañas
de las nubes negras;
abres la regadera
vuelve la lluvia
y con el rastrillo
te cortas al rasurarte.
Y la sangre cae y se desvanece
y piensas que debería haber más
y sientes que no deberías pensar
que no fue por error la herida
y que debería haber sido más profunda.
En la femoral o en el cuello.
De muerte.
Pero te pasas un poco de agua
porque te sabes incapaz de matarte
o de hacer cualquier otra cosa.
Y en un momento dado
ahí estás,
frente al espejo.