Jamás he ido a Gijón, tampoco al Véneto, ni a Moscú, ni a París ni a Munich. Ni siquiera a la Ciudad de México (bueno, una vez, pero no cuenta). Sólo he ido a Xalapa y a Zacatecas. Ninguno de mis otros viajes debe estar en la lista, si acaso alguna vez que haya ido a Vallarta, pero no creo: en una ocasión mi mamá se enfermó, en otra mi papá casi muere y en las restantes por poco y dejo que el mar me beba.
Quizá algún día me largue a las Españas o a las Italias o a las Rusias. O al menos tendré la dicha de conocer Bellas Artes. Lo más seguro es que regresaré a Xalapa, o tan siquiera a Zacatecas (para ir allá ya tengo la fecha agendada, sólo falta que llegue el día). Me enamoraré. Le besaré la boca y beberé todo lo que salga de esa botella. Cuando se termine pediré otra cerveza oscura.
Aún no me decido abandonar Aguascalientes. Aquí tengo el alcohol y el reposo necesario. Vamos, no tengo que pagar renta. Vivo, como quien lo dice, de gratis. Algún día, quizá mucho antes de lo que espero, me tendré que alejar de todas estas comodidades y comenzar una nueva vida. Pagar la renta y los servicios básicos y el internet. Por fortuna no tendré televisión por cable, ni siquiera televisor, tampoco radio. Sólo un refrigerador, una lavadora y mi computadora. Bueno, y el celular. Supongo que será caro transportar mis libros, así que tendré que abandonar una gran parte. Sólo me llevaré unos cuantos, los que quepan en una caja.
Me pregunto si entonces, cuando salga de casa de mis padres, viviré solo o si lo haré con mi pareja. ¿Tendremos niños? A lo mejor vivo con alguna amistad.
Quizá entonce no viviré, con nadie, no tendré ningún electrodoméstico, ni computadora, ni teléfono, ni libros. Puede ser que cuando deje la casa paterna no viva ni en Europa ni en Asia ni en América; que mi cuerpo sea comido por los gusanos o consumido hasta ser cenizas...
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