Siempre he tenido un pie en el fin del mundo. Desde niño. Mi mamá creía que el final estaba cerca, yo estaba más cerca, tanto que no me daba cuenta de lo que pasaba y no sabía por qué eran las lágrimas y los largos encierros y las veladoras. Yo también lloraba entonces. Y es que el mundo se iba a acabar y yo me iba a morir y me iba a comer el diablo. Yo entonces era todavía un niño y no sabía lo que era el fin del mundo. Para el '96 yo seguía siendo inocente, y el mundo estuvo a punto de colapsar. No recuerdo por qué. Pero no se acabo y entonces creí que el mundo nunca terminaría.
Luego llegó el fin de siglo y con el venía el apocalipsis. Bajarían ángeles de los cielos y los muertos se saldrían de sus tumbas. Yo ya no era tan niño y comencé a experimentar el terror, pero nada fue terrible como el once de septiembre del año siguiente. Ese día operaron a mi hermana. Estábamos todos en el hospital esperando que entrara a su operación cuando apareció la noticia. Mucha gente rompió a llorar o comenzó a gritar en la sala de espera. Era el fin de la humanidad, comenzaría la tercera guerra mundial o la guerra atómica o todos seríamos infectados en la guerra química. Supuestamente nada de eso pasó.
Sigo vivo. Sobreviví al 06/06/'06. Ahora estoy ante la muerte del último sol. Temblando. A veintitres días del fin de los tiempos. Me pregunto si seguiré viviendo como si no hubiera un mañana...
Yo creo que nomás por eso el mundo no se acaba: porque lo deseamos, el mundo es el sádico y nosotros los masoquistas,
ResponderEliminarpor eso cada que remojamos el látigo y nos decimos a nosotros mismos, que ahora sí el mundo se nos acaba, éste nos contesta
no