Cosecharé tormentas.
Por ahora son recios vientos
que silban en mis odios
mientras avanzo otro vaso
con licor de centeno.
Me he visto caminar por la orilla del abismo,
asomarme
y sentir que se me vuelve el estómago,
como un deseo
que me llama a incumplirlo.
No saltaré.
Cuidaré que nadie caiga.
Cosecharé tormentas.
Por ahora las miro crecer
-grises, púrpuras y violentas-
en la tierra cultivada,
las miro alimentarse de un río
al que le llaman Carlos.
Carlos es una tristeza, muy mansa y gris,
y mis tormentos en alguna ocasión también lo fueron:
eran tristecitas, semillas grises,
vientecitos.
Hice mal en sembrarlos.
Ahora estoy parado ante el precipicio,
mirando a los niños pequeños que juegan,
bajo las nubes que se forman,
tres metros bajo cielo;
cuidando que no caigan.
C. A. E.
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