lunes, 3 de septiembre de 2012

Presencia

[Antes de comenzar, me gustaría dejarles una canción, se llama Presencia (pero en ruso) http://bit.ly/PYHgOJ, les recomiendo acompañar la lectura de esta entrada con la música que suena a partir de 6'17", sólo arrastren la barrita roja.]

"En Cachemira no hay bruma." Me dijo y yo no supe si creerle. Tenía máster en Mentir por la Universidad Plutónica de Vietnam. Ha viajado mucho, eso sí, pero no sé si creer todo lo que dice sobre sus viajes. "En Cachemira no hay bruma. Allá hay algo mucho más denso, más pesado. Algo que te hace sentir tan húmedo que  no sabes si estás llorando o el agua se condensa en tu cara y gotea por tu barba." No lo sé. Yo jamás he estado en Cachemira. Aquí rara vez hay niebla. Hoy me acordé de él. Había niebla. No podía ver más que unos treinta metros. En el coche todo estaba bien. El café seguía caliente y vaporoso, aromático. Cuando llegué al estacionamiento apagué el radio y me sorprendí. No recuerdo ni una sola de las noticias. Estoy acostumbrado a oírlas, pero hoy no pude prestar atención. Creo que ya pensaba en él. 
Una vez, cuando regresó de Budapest, me dijo que no le gustaba viajar solo. Me invitó a Argentina. El río de La Plata es otra cosa, no tiene nada que ver con los que conocía, a lo mucho con el Pantepec, pero en realidad no. No recuerdo bien cual fue su comentario, pero era de que era ilógico que se  le llamara río -como la risa- a algo que parecía más bien una corriente de lágrimas. Le dije algo como que también había lágrimas de felicidad y soltó tremenda carcajada que hasta las lágrimas le botaron. La gente se nos quedaba viendo pero eso era lo de menos. Comenzó a llover y nos fuimos al hotel. Cuando amaneció había niebla. No sé si se muy típico que en Buenos Aires haya niebla, es la única vez que he estado allí. En Xalapa de Enriques si hay niebla muy seguido, pero en Buenos Aires no sé. No alcanzábamos a ver el otro extremo de la Plaza de Mayo, los demás parecían fantasmas, incluso él ya se mostraba algo traslúcido y acuoso. Las gotas resbalaban por su cara y su barbilla parecía una fuente pequeña. Lo tomé de la mano y él me apretó con fuerza. Cuando regresamos a México visitamos el Zócalo, no quiso que lo tomara de la mano, pero me tomó del hombro y se acercó hasta mi oído para decirme que me quería, pero que aquí no lo hiciéramos. Supe que después voló a Japón, me trajo un libro, no sé de que sea, pero es antiguo y hermoso. Me invitó a Rusia, ayer hubiéramos partido hacia Amsterdam y ahí nos hospedaríamos una noche. Me pregunto si ahora habría también neblina allá. No lo sé. En el aeropuerto dijeron que el avión falló inexplicablemente. Venía de Boston. No, no estoy llorando, lo que pasa es que mientras caminaba hasta acá, por el estacionamiento, me cubrió una niebla muy pesada. Cuando es así se condensa en la piel y parece lágrimas, ¿pero sabes algo? Olvidé mi café en el coche. Regreso en seguida.


Carlos Aguilar Esparza

La imagen es de Marcediaz desde su sitio de fotos:

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