lunes, 31 de diciembre de 2012

La última lluvia del año



La última lluvia del año lo lava todo,
deja todos los cristales más brillantes y
brillantes deja las miradas de los ojos 
que ven a través la última lluvia del año:
¡Lo lava todo la última lluvia del año!

La última lluvia deja un olor a esperanza,
un aroma a tierra mojada nos eleva,
se eleva el vapor desde la tierra, nos moja
a los que caminabamos entre la bruma:
¡Deja un olor a esperanza la última lluvia!

La última lluvia del año nos humedece,
nutre nuestras raíces y nos da la fuerza
para que al irse nuestras semillas germinen,
para que allá puedan ser fuertes sus raíces
nos humedece la última lluvia del año.

31/12/2012
C. A. E.
(No tengo cámara fotográfica, así que les debo la foto. En mi ciudad está lloviendo ahora, les presumo.)

martes, 25 de diciembre de 2012

Los días invernales - Vodka-punch

Nunca me ha gustado el invierno. Si tuviera suficiente dinero, viajaría por los trópicos evitando los inviernos. Tampoco me gusta mucho el calor, por eso viviría sobre las líneas de Cáncer y de Capricornio. No podría estar tan al Ecuador, el calor me molesta. El frío no me desagrada tanto como el calor, me parece más soportable. Es la oscuridad, la noche prematura de los inviernos, lo que me irrita. No la soporto. No la puedo tolerar porque se me escapa de las manos. Me es incontrolable. Como a cualquiera que se considere al menos un poco humano, me gusta sentir que tengo el control sobre mi ambiente (vamos, que puedo iluminar un poco la habitación abriendo las cortinas, o calentarla configurando el termostato). Es en invierno cuando menos puedo gobernar la realidad. No se deja.

No me queda de otra que adaptarme. Y apenas me adapto, el entorno ya cambió otra vez. Mi mente comienza a creer -muy a mi pesar- que cambia para fastidiarme. ¡Como si el clima tuviera la capacidad de ensañarse con alguien! Mejor aún: ¡Como si yo fuera lo suficientemente notorio como para que se endurezca conmigo! Como sea. Ahora no tengo dinero para viajar a la primavera. Me tengo que quedar en este infierno. Calentándome con ponche de frutas y un poco de vodka.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Las horas sucias - Zachem? (parte 2)


Conocí a la muerte mucho tiempo después, cuando me mataron. Me pregunto si la vida es como un videojuego y, si es así, como hace uno para rellenar los corazones. A mí me mató un borracho, por eso bebo (por eso y muchas otras cosas), para tratar de comprender por qué quiso matarme (y para saber por qué no lo hizo). De esa vez tengo una cicatriz en el pecho. Una herida de un centímetro, ni siquiera hizo falta que me cosieran. La actual cicatriz la oculta el vello de mi pecho -que no es abundante (ni el vello ni el pecho)- y no es algo que cuente a todo el mundo. El hombre estaba borracho, supongo que la mujer también. Ella llegó a gritarme que por qué me quería robar no sé que camioneta, yo veía al gato que estaba abajo. No era de ninguno de los vecinos, yo ya había preguntado por él y me lo llevaría, lo iba a adoptar y le iba a poner Zachem? con todo y signo de interrogación. Que bueno que no me lo llevé, soy alérgico a los gatos y seguramente mi mamá lo habría regalado cuando yo no estuviera y en su nuevo hogar le cambiarían el nombre. Pobre Zachem?

El hombre llegó sin avisar, lo vi de reojo cuando su puño impactó mi sien. Desperté en el hospital con oxigeno en la nariz, una manguera con suero en un brazo y una con sangre en el otro. Una enfermera me preguntó quien era y no supe decirle. Un médico le dijo que me había afectado blablabla como si yo no estuviera allí. Lo único que supe entonces es que estuve muerto clínicamente, segundos. Estoy feliz de haber estado inconsciente y no haber sentido los choques eléctricos o inyecciones o besos o lo que sea que den para que uno no se muera. Me preguntaron de nuevo que quien era y no supe que decirles. No tenía miedo, tampoco es que me pudiera mover, estaba enmanguerado y molido. La enfermera me dijo donde estaba, me dijo que en un hospital y me dijo en dónde me había recogido la ambulancia. Yo me acordaba del nombre de esa calle y le dije que yo vivía por allí pero que no me acordaba de cual era el número. Puso una inyección en el suero y cuando desperté ya no tenía la bolsita de sangre. Estuve acostado un buen rato mirando a no sé que, entonces otra enfermera (o no sé si era la misma) me preguntó mi dirección, se la dije y también le di el número de teléfono de mi casa, me preguntó si yo me llamaba de tal y tal modo y le dije que sí y en menos de lo que yo decía mi nombre ya estaban mi abuelita y mi tía en la cama del hospital junto a mí. Yo no las reconocí, pero le marcaron a mi mamá y llegaron en seguida. Entonces reconocí a todo el mundo.

Con el tiempo he recordado más detalles, por ejemplo recuerdo que la mujer tenía el cabello anaranjado y que me dio una cachetada y le escupí en la cara, que el sujeto estaba muy ejercitado (como si usara esteroides) y bastante ebrio; antes que su puño, me había golpeado el olor a alcohol; he recordado también su rostro y que me golpeaba y me levantaba y me azotaba contra el piso (tengo suerte de que en la cara no me quedaron más marcas que la nariz rota); recuerdo también que mucha gente salió de sus casas a ver el espectáculo, pero nadie salía a defender al niño que era golpeado; recuerdo que el tipo entró en una casa (en esa yo ya había tocado, salió una vieja y dos niñas: una como de tres años y la otra como de cinco) y salió con un cuchillo, supongo que de mantequilla, pues no hizo mas que destrozarme la playera y el pantalón, en el cuerpo solamente me dejó muchísimos moretones y líneas rojas en los brazos, el pecho, la espalda y el cuello -sobre todo en el cuello-; una de esas lineas rojas sangraba todavía la mañana siguiente cuando me revisó el médico de servicios periciales y levantaron, mis padres, una demanda. Yo era menor de edad.

Recuerdo también que cuando se dio cuenta de que el cuchillo no cortaba, regresó a su casa. Esto lo recordé años después, hace más o menos un año. Un señor me cargó como bulto inerte que yo era y me metió a su casa, me acercaron alcohol a la nariz para que reaccionara y entonces vomité algo muy ácido y negro, no sé qué mezclado con sangre. Llamaron a la ambulancia y yo inconsciente no hice más que repetir el número telefónico de mi casa, como cuando de niño repetía dormido las tablas de multiplicar y un poco más grande cantaba dormido una de las canciones más suicidas que conozco (que curiosamente no está dentro del top diez de las canciones más tristes del trailero depresivo (Leerlo aquí). En casa no respondieron. Claro que no, ¿quién respondería si todos habían salido y minutos antes me había encontrado -por coincidencia- a mis padres y me dijeron que llegarían noche y me dieron su juego de llaves porque yo llegaría antes? Recuerdo haber subido a la ambulancia repitiendo hasta el infinito un número de teléfono, recuerdo que el hombre de la ambulancia me preguntó mi nombre y le respondí con un número, y me preguntó la fecha y le respondí con otro número y me preguntó infinidad de preguntas absurdas y yo no podía más que responder números aleatorios y entonces dijo que estaba mal, como si fuera la pregunta de un examen. Dijo que me encontraba muy grave, como si yo no lo estuviera oyendo. Como si no fuera a despertar una mañana -años después- muy tarde como para ir a clases y fuera a recordar todo eso.

Me enteré que los policías que habían subido al borracho a la patrulla lo habían dejado bajar a comprar cerveza y cuando regresó se fueron felices con una sola botella de cerveza, ni siquiera una botella de cerveza a cada uno, una caguama para los dos. Mis papás cerraron la demanda. El tipo se había largado con todo y la camioneta fea que supuestamente me quise robar. A Zachem? Jamás volví a verlo.

Las noches solas - Celos / Solar la noche (parte 1)


Creí que mamá pegaría el grito en el cielo. Que gritara algo como "¿Cómo puede alguien de veintipocos años salir con un anciano de cuarenta y seis? ¡no es de Dios!", o "¡pero si es más grande que tu papá!". Pero no. Sólo dijo "Mucho cuidado". No sé por qué.

Nos conocimos en la plaza. Yo iba con mis amigas y él regresaba del trabajo. Lo vi y le sonreí, el sonrió y se pasó de largo. Lo vi detenerse para luego dirigirse a una banca. Se sentó donde pudiéramos vernos. Mis amigas ni se enteraron (habíamos salido para ver una exposición de Leonora Carrington y después muchachos). Les dije que me esperaran poquito, que iba a saludar a un amigo. Intercambiamos números telefónicos.

Comenzamos a vernos en plazas, jardines y cafés. Él me hablaba de su trabajo y de cuando vivía en la capital. Yo apenas hablaba. A veces le platicaba de las clases o de mi familia. En una ocasión nos encontramos con su sobrina. Me invitó a comer (supongo que fue a buscarlo para llevarlo a comer a su casa). Ahí estaba toda su familia. Entonces salíamos, pero eramos sólo amigos. Así me presentó.

Los hijos de su sobrina no nos dejaban platicar y su primo no dejaba de coquetearme, así que fuimos a su cuarto (accedí porque estaba toda la familia). Ahí me pidió que fuéramos novios. Le dije que no. Pero que seguiríamos saliendo. Y así lo hicimos.

Seguí yendo a comer a su casa. En una ocasión pasaban algo en la tele -no sé qué, no me gusta verla y sólo le ponía atención para ignorar al primo-, un programa en el que un niño decía que los novios eran los que se abrazaban y se daban besos. Él estaba sentado junto a mí, giré y le dije quedito que si eso eran los novios, él me dijo que sí, entonces fui yo quien se lo pidió. Me dijo que sí. Su familia no se  hubiera dado cuenta si no fuera porque ya no regañaba tanto a los enanos.

Poco tiempo después lo dejé. Me enteré que salía con alguien más. No me hubiera molestado que me lo dijera, pero no me lo dijo. Me enteré por otro medio. Habíamos tenido algunos problemas, discusiones porque según él yo no pasaba suficiente tiempo con él y porque según yo, él debería conocer a mi familia. En fin, estaba en su casa y entonces tocaron la puerta y él bajó a abrir. Yo me quedé en la escalera y vi como se saludaban de beso en los labios y se acariciaban. Le dijo que tenía visita. Cuando subió nos presentó, entonces todos eramos amigos. 

Dejé de buscarlo. No tenía celos, los he tenido en una ocasión, solamente una vez -como diría Agustín Lara-. A él no lo he vuelto a ver. Tampoco me buscó. Solamos nuestras noches. Dejamos de tajo la relación. Después de él salí con varios muchachos y señores, pero con ninguno he formalizado relación alguna.

Andrea Cienfuegos

Las horas sucias - Zachem? (parte 1)


Para hoy tenía preparado otro texto, uno de la serie "Las noches solas", pero preferí dejarlo en borradores hasta que lo lea alguien en especial y me dé su opinión. Por ahora los dejo con este fragmento de Las horas sucias. Así es como se llama mi "diario" (no se burlen, es en serio, jejejejee), escribo más seguido en el blog que en él, así que lo pasaré para acá. Las horas sucias son hechos reales.

Podrán morir las cucarachas sometidas por el veneno de los hombres, pero yo sobreviviré -no como Gloria Gaynor- porque no me queda de otra. Sobreviviré de tanto ser nadie, de haberlo decidido y de no caer muerto. No soy el inmortal ni cualquier otro, pero hasta no estar realmente muerto no me dejaré morir. He elegido vivir -jódete si te toca cumplir-, porque me da lo mismo (y porque quizá en el fondo le temo a la muerte). De tantas veces que he estado a punto de morir he perdido ya la cuenta. He sobrevivido a varias neumonías -incluso a dos en la misma temporada-, a la fiebre escarlata, al suicidio y al asesinato. ¿Quien querría matar a un niño como el que yo era? Pues entonces era yo un niño de esos que salen a jugar fútbol a la calle con los vecinos aunque no sabía, de los que se alegran de encontrar un gatito bebé (entonces no les decía cachorros a los pequeños mamones), de los que se ponen tristes si se les pierde un tazo o que se pelean y a la media hora vuelven a ser los mejor amigos de todo el planeta (que entonces sólo abarcaba el camino de casa a la escuela y las casa de mis abuelitas). Pues uno fue un adolescente. No sé por qué, ya no lo recuerdo. Me asfixió hasta que me puse morado y los demás niños (él era el más grande) lo golpearon para que me suelte, como ya lo había dicho antes, a la media hora volvimos a ser amigos. Después salíamos a pasear en bicicleta y me enseño a utilizar una computadora. No sé que sea de su vida ahora. Hace unos mese me lo encontré en la calle, me saludo y le devolví el saludo, pero no lo reconocí hasta que regresé a casa. Ha cambiado mucho. Supongo que yo tampoco soy el mismo. Después de todo, entonces tenía terror a la muerte, no es que ya no la tema o que haya ocurrido un cambio cósmico y ya no exista la muerte o que la muerte y yo tengamos un trato como el que hizo con Ignacio López Tarso, pero ahora la muerte es para mí un tema al que estoy más o menos acostumbrado. Una experiencia más o menos conocida.

De niño nunca fui a un funeral, sólo una vez, al de mi bisabuela. No la conocía, así que no cuenta. A mis primos sí los conocía y esa vez caminamos mucho hasta llegar al canal y ver como corría el agua. En el cementerio mamá nos preparó unos sangüiches que sabían a gloria y había muchos ángeles de piedra. Eso fue un paraíso. No me di cuenta de que mi abuelita y mis tías y mi mamá y muchas otras personas lloraban.

C. A. E.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Los días invernales - Eulalia

27 de diciembre

La amo. Eso es todo lo que sé. Pero ella ya no me quiere volver a ver. Todavía tengo un poco de tiempo para reconquistarla, en lo que terminan los trámites del divorcio. No la quiero perder.

El Juez ha dicho que ella se quedará con Eulalia, nuestra hija; que yo estoy incapacitado para cargar con una responsabilidad semejante. Lo dijo mirándome fúrico desde su púlpito. Esthela sonreía. Malévola. Pero aún así la amo porque es todo lo que me queda en el mundo además de Eulalia, pero Eulalia... bueno. No me puedo aferrar a ella. 

Cuando el Juez ordenó que me sacaran del lugar, ella se marchó. Los gorilas me detuvieron hasta que ella subió al taxi y se fue. Entonces me dejaron. No puedo ir a buscarla. Tengo prohibido acercarme a su casa, así que no puedo hablar con ella. No me contesta el teléfono y poco a poco me quedo sin dinero. Podría ir a buscarla al hospital, incluso podría ir a casa, aún tengo la llave, pero Gustavo me ha dicho que no lo haga, que sólo empeoraría las cosas. Le pedí que fuera mi abogado, pero me dijo que no, que no tenía tiempo realmente; que tenía ya muchos casos. Estoy seguro que es únicamente un pretexto. Me hago cargo yo solo. Es mi amigo, el único, pero estoy seguro que también él me cree un monstruo.

1 de enero

La corte está de vacaciones, regresarán la próxima semana. Mientras tanto no me puedo acercar a casa de Esthela (ya no es mía), ni al hospital. Tampoco puedo salir de la ciudad. Me he quedado sin dinero. Gustavo me ha ofrecido su casa algunos días, en lo que su hija y su esposa regresan de vacaciones. Él dice que tiene mucho trabajo, casi no lo veo. Tampoco me deja beber, teme que pueda vender sus cosas, quizá se enteró de lo del coche de Esthela.

6 de enero

Hoy despertó Eulalia. Ni siquiera me dejaron visitarla.

7 de enero

¡Qué se pudran todos! Esthela me ha demandado. Ya no sonreía. Lloraba. El Juez me ha declarado culpable. Maldita enfermera.

18 de enero

Estoy en la cárcel. No he podido ir al funeral de Eulalia. Mi niña. Ya no podrá jugar con papá. Quizá me dejen salir en 24 años. Entonces buscaré a la enfermera y le ocurrirá lo mismo que a Verónica. A nadie le perdono que sea un soplón. A nadie.

12 de marzo

Me han enyesado la pierna. Los otros presos quieren vengar a Eulalia. Ni si quiera saben lo que ocurría con mi niña.

14 de marzo

Han encontrado a Verónica y a Helena. Quizá no saldré de aquí. Mejor para la enfermera. A nadie le perdono que sea un soplón. Ni siquiera a Eulalia.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Las noches solas - Del sueño, el insomnio y las pesadillas

Hay días en que no puedo dormir y hay otros en que no puedo despertar. Algunas veces no puedo dormir sino hasta que ya es demasiado temprano y después nadie logra hacerme despertar, sólo alguna pesadilla. Se lo adjudico a algún medicamento que tome hace mucho tiempo (y hace no lo suficiente), uno del orden de las benzodiacepinas. Hace poco me dijo un médico que no bebí tomarlas a esa edad y que que psiquiatra tan irresponsable (uso otras palabras) por darme dosis para adulto -para un adulto de talla pesada- por un periodo tan largo. Las tomé durante un poco más de un año, mañanatardeynoche, hasta darme cuenta de que yo ya no era el mismo. Entonces las quise dejar. Obviamente las dejé.

Bueno, una temporada. Seguí surtiendo mis recetas y consumiendo las tabletas, un cuarto, media tableta. En ocasiones dos tabletas, 4mg. Siempre con chocolate o con alcohol (a fin de cuentas el hígado se regenera y páncreas ¡pa'qué lo quiero! si el mundo se va a acabar -ya entonces estaba mentalizado con el fin del mundo-). Ya no lo consumía diariamente -al principio-. Eso me hacía feliz.

Comencé a tener problemas. Ya no dormía -así, literal-, la respiración se me hacía mucho más difícil, de nuevo necesité el bromuro de ipratropio. No recuerdo mucho de aquél tiempo. Comencé a olvidar. Me di cuenta de que necesitaba más. Entonces lo dejé. De tajo. No sé si lo sepan en mi casa, solamente mi hermana. Ella se dio cuenta de la ansiedad y del insomnio y del miedo. Se dio cuenta igual que cuando me encontró a nada de tragarme 120 pastillas de 2mg, clonacepam, rivotril.

En la última mitad del año no he vuelto a colocarme una pastilla de esas en la mano, pero por estas fechas ya no puedo dormir. Antes no podía despertar, tardaba horas en llegar al estado de vigilia. Ahora tardo horas para dormir. Además, estoy en estado de espera. No sé qué haré desde hoy hasta febrero que me reencuentre con Mateo.

Cuando consigo dormir, tengo pesadillas. Hay una que es recurrente -y además muy absurda-: Es de noche, todo esta en penumbras y yo estoy sentado como a tres metros del interruptor de luz. Lo miro fijamente. Algunas veces yo soy yo mismo, pero otras veces me veo desde afuera. Me levanto y camino hacia el botón, pero justo antes de llegar, alguien más lo obtura. Estoy seguro de que es alguien más. No puedo verlo -además es hombre-. La sala se ilumina y entonces despierto. Es absurdo, realmente no puede ser tan terrible como para hacerme despertar, pero es muy vívido. Estoy seguro de que quien enciende el foco ya estaba allí desde antes de que yo me diera cuenta de la oscuridad. Eso me aterra. Además de no poder encender yo. Me gusta hacer las cosas yo, que nadie las haga por mí sin que estemos de acuerdo. No sé lo que significa esa pesadilla. La he tenido noche a noche desde el domingo. Jamás había temido así.

En mi cajón tengo algunas pastillas. Eso me da fuerza para no tomarlas -saberlas cerca-. Estoy seguro que si estuvieran, no sé, como a 120km iría en seguida hasta ellas, es una especie de droga, pues. Pero no lo haré. No ahora, quiero creer que todavía me queda al menos un poco de voluntad.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Estado de espera

Ahora sólo tengo que dejar pasar el tiempo. Mañana atravesaré ciento veinte kilómetros para dejar de esperar. Por ahora no tengo nada más que hacer que leer un libro que ya he leído como cinco veces y que seguramente volveré a leer; quizá lo termine mañana en el autobús, llevaré también otro por si las dudas.
Por ahora estoy en estado de espera, sentado en un enorme jardín y con la computadora sobre las piernas, el libro lo tengo en el portafolios. Ahora no lo quiero sacar, tiene una portada muy llamativa y la gente se le queda viendo, eso no me deja leer cómodamente. Mejor escribo esta suerte de diario (como el personaje de la novela) y admiro la fauna que corretea sobre mi teclado. No es como en el cuento de Ramos Tiscareño, en el que algo corre y se esconde bajo las teclas como una suerte de Ouija. No. La fauna de mi teclado lo recorre. Jamás había visto un insecto palo real hasta que lo vi sobre el número cinco y luego caminó sobre el ocho y el nuevo y el asterisco y así sobre la bocina y luego sobre mi rodilla y después se perdió en el pasto. Así pasan también insectos verdes y negros y hasta una mariquita que se posó sobre el botón para apagar la computadora. Yo sigo tecleando como si nada. Mientras no los aplaste o me aplasten ellos a mí, no hay nada de que preocuparse (siempre y cuando no sea una araña, a excepción de las garrapatas, cualquier arácnido me provoca repulsión).
No hay sólo fauna en mi computadora. Cuando el viento sopla poniente, las agujas de los pinos que me cubren del sol caen sobre mí y algunas rebotan, esas sí las quito, en seguido. A todas menos a una, se ha atorado entre el cristal de la pantalla y el plástico que la une con el teclado, tendré que ingeniármelas para largar esa aguja de allí. Por ahora no. Ahora estoy en espera.
I go through all this before you wake up so I can feel happier te be safe up here with you. Escucho a Björk mientras pienso que tiraré todo, que he dejado caer el peso sobre mi espalda y dejaré que las cosas sigan cayendo, still throwing things off I listen to the sounds they make on their way down. Por ahora espero. Mañana saldré a medio día. Aunque se me caiga medio mundo.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Las noches solas - La noche del pianista

Anoche he dormido con un maravilloso pianista, con un compositor cuyos dedos son largos, delgados, ágiles y veloces. Dormí con un virtuoso. Me metí entre las cobijas -fue una noche fría- y dejé que me siguiera tocando. No se cansaba, al parecer, sus manos recorrían todo y hacían vibrar cuerdas para mí -hasta entonces- desconocidas. Cuando desperté el pianista seguía allí, seguía tocándome. Vi sus manos acariciadoras en la pantalla mientras el concierto se repetía in infinitum a través de unas pequeñísimas bocinas.

lunes, 10 de diciembre de 2012

The catcher in the storm

Cosecharé tormentas. 
Por ahora son recios vientos
que silban en mis odios
mientras avanzo otro vaso
con licor de centeno.

Me he visto caminar por la orilla del abismo,
asomarme
y sentir que se me vuelve el estómago,
como un deseo 
que me llama a incumplirlo.
No saltaré.
Cuidaré que nadie caiga.

Cosecharé tormentas.
Por ahora las miro crecer
-grises, púrpuras y violentas-
en la tierra cultivada,
las miro alimentarse de un río
al que le llaman Carlos.
Carlos es una tristeza, muy mansa y gris,
y mis tormentos en alguna ocasión también lo fueron:
eran tristecitas, semillas grises,
vientecitos.

Hice mal en sembrarlos.
Ahora estoy parado ante el precipicio,
mirando a los niños pequeños que juegan,
bajo las nubes que se forman,
tres metros bajo cielo;
cuidando que no caigan.

C. A. E.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Claustropatía

No sé si el espejo está malo o si se me cae la cara de idiota. No sé si soy yo o si soy otro o si no soy. Mi mundo me es un lugar extraño. Mi cama tiene dos cabeceras; sobre una cuelga el infierno y en la otra hay un espejo que lo refleja. Me miro caer de cabeza hacia las llamas o me miro parado entre ellas. De un modo o de otro estoy condenado a estar entre el tormento. La única solución es quitar el cuadro del infierno de la cabecera de mi cama. No quiero. Me he mudado y el cuadro permanece sobre mi almohada y lo seguirá haciendo. Así al menos sé en donde caeré, así sabré en dónde pongo los pies. Llegué a un nuevo cuarto y me he dado cuenta de que las paredes no son más del color del salmón, ahora una es negra y la otra en una enorme cortina y la otra es un espejo y la otra es un hueco negro y cuadrado. No sé si el techo es un techo real, no me deja ver las estrellas, pero es un plástico transparente. ¿Es que dos cilindros de plástico se llaman techo? No lo sé. Tampoco sé en dónde colocaré mi póster de la película Drei, lo he dejado en mi antiguo cuarto y he prometido volver por él. Pero es que no sé en dónde ponerlo. Si sobre el espejo y sobrecargar la pared o si lo cuelgo de la cortina o si derribo la cortina y clausuro la ventana con un póster de una película y papel lustre de algún color que no sea ni negro ni rojo ni azul ni amarillo pero que convine con el espejo y el infierno (y con mi cama que es gigante y en la que me siento como Alicia a través del infierno con una oblea semitóxica en su divina lengua y una mentira entre los dedos y una interminable espera por alguien -de quien quizá Alicia pudiera enamorarse pero no sabe si se pueda enamorar de ella- después de una semana que acabará con todas sus reservas de futuro y quizá defina el resto de tiempo que le quede hasta la muerte), tal vez buscaré pintura salmón y clausuraré la ventana con papel cascarón pintado. Pensándolo bien, colocaré el póster en la otra parte del cuarto, la que está más allá del hueco negro, junto a uno de mis libreros, de frente a la puerta.

Cuando salgo de este pequeño espacio encerrado me doy cuanta de que me queda mucho mundo, pero hay poco por lo que valga la pena salir. 

Dejar la casa paterna

Jamás he ido a Gijón, tampoco al Véneto, ni a Moscú, ni a París ni a Munich. Ni siquiera a la Ciudad de México (bueno, una vez, pero no cuenta). Sólo he ido a Xalapa y a Zacatecas. Ninguno de mis otros viajes debe estar en la lista, si acaso alguna vez que haya ido a Vallarta, pero no creo: en una ocasión mi mamá se enfermó, en otra mi papá casi muere y en las restantes por poco y dejo que el mar me beba.

Quizá algún día me largue a las Españas o a las Italias o a las Rusias. O al menos tendré la dicha de conocer Bellas Artes. Lo más seguro es que regresaré a Xalapa, o tan siquiera a Zacatecas (para ir allá ya tengo la fecha agendada, sólo falta que llegue el día). Me enamoraré. Le besaré la boca y beberé todo lo que salga de esa botella. Cuando se termine pediré otra cerveza oscura.

Aún no me decido abandonar Aguascalientes. Aquí tengo el alcohol y el reposo necesario. Vamos, no tengo que pagar renta. Vivo, como quien lo dice, de gratis. Algún día, quizá mucho antes de lo que espero, me tendré que alejar de todas estas comodidades y comenzar una nueva vida. Pagar la renta y los servicios básicos y el internet. Por fortuna no tendré televisión por cable, ni siquiera televisor, tampoco radio. Sólo un refrigerador, una lavadora y mi computadora. Bueno, y el celular. Supongo que será caro transportar mis libros, así que tendré que abandonar una gran parte. Sólo me llevaré unos cuantos, los que quepan en una caja. 

Me pregunto si entonces, cuando salga de casa de mis padres, viviré solo o si lo haré con mi pareja. ¿Tendremos niños? A lo mejor vivo con alguna amistad. 

Quizá entonce no viviré, con nadie, no tendré ningún electrodoméstico,  ni computadora, ni teléfono, ni libros. Puede ser que cuando deje la casa paterna no viva ni en Europa ni en Asia ni en América; que mi cuerpo sea comido por los gusanos o consumido hasta ser cenizas...

miércoles, 28 de noviembre de 2012

La música del fin del mundo

Segundos antes del fin del mundo
no se escucharán las trompetas:
los arcos de los violines
rasgarán los cuellos.

martes, 27 de noviembre de 2012

Finis mundi vir

Siempre he tenido un pie en el fin del mundo. Desde niño. Mi mamá creía que el final estaba cerca, yo estaba más cerca, tanto que no me daba cuenta de lo que pasaba y no sabía por qué eran las lágrimas y los largos encierros y las veladoras. Yo también lloraba entonces. Y es que el mundo se iba a acabar y yo me iba a morir y me iba a comer el diablo. Yo entonces era todavía un niño y no sabía lo que era el fin del mundo. Para el '96 yo seguía siendo inocente, y el mundo estuvo a punto de colapsar. No recuerdo por qué. Pero no se acabo y entonces creí que el mundo nunca terminaría. 

Luego llegó el fin de siglo y con el venía el apocalipsis. Bajarían ángeles de los cielos y los muertos se saldrían de sus tumbas. Yo ya no era tan niño y comencé a experimentar el terror, pero nada fue terrible como el once de septiembre del año siguiente. Ese día operaron a mi hermana. Estábamos todos en el hospital esperando que entrara a su operación cuando apareció la noticia. Mucha gente rompió a llorar o comenzó a gritar en la sala de espera. Era el fin de la humanidad, comenzaría la tercera guerra mundial o la guerra atómica o todos seríamos infectados en la guerra química. Supuestamente nada de eso pasó.

Sigo vivo. Sobreviví al 06/06/'06. Ahora estoy ante la muerte del último sol. Temblando. A veintitres días del fin de los tiempos. Me pregunto si seguiré viviendo como si no hubiera un mañana...


viernes, 16 de noviembre de 2012

Treinta y seis días

¿Si sólo quedaran treinta y seis días para el fin de la humanidad
tendría algún caso hacer todo esto?
¿O si quedaran treinta y seis para mi fin?

¡Qué me importa el resto de la humanidad!
que haga lo que pueda
o lo que le venga en gana.
Si quiere extinguirse en treinta y seis días
que se extinga,
pero a mí
que me deje tranquilo.

Yo solamente quiero seguir viviendo
como si mi vida terminara mañana.

16 de noviembre de 2012

martes, 9 de octubre de 2012

Desde aquí hasta noviembre

El Infierno, Aguascalientes, Ags. a  9 de octubre de 2012

Hoy pasé la tarde con Margarita,
toda;
la mitad con Nieves y con Arely.

Comí dos hamburguesas:
una fría,
la otra 
-para compensar-
caliente.

Pasé toda la tarde con Margarita
mirando hombres
y platicando de los taxistas de Egipto
"Que Dios nos ayude"
y sus carencias.

Pasé la tarde con Mago
y la pasé muy bien
antes de regresar a casa
y tener dolor de cabeza.


lunes, 8 de octubre de 2012

Desde aquí hasta noviembre

El Infierno, Aguascalientes, Ags. a 8 de octubre de 2012

Después de un largo reposo
me he decidido a continuar.
Quizá esto no sea un poema
y sea en lugar de aquello
un diario.
No lo sé
-como muchas otras cosas-.

Hoy al fin tendré trabajo,
uno que yo quiero
y aunque he salido perdiendo
ya ganaré.

Después de una inmensa zozobra
compré un libro usado
y otro nuevo
en la librería de usados.
Fui a la librería
-esa de libros nuevos
con un empaque nuevo
y el polvo más nuevo
que se puede conseguir en el mercado-
a comprar unos poemas,
pero estaba cerrada.

Después de dudarlo
y con algo de dinero en el bolsillo
(y bastante de deudas en la mente)
fui a la tienda de música
dispuesto a comprar un disco
que ya había descargado de internet.
No lo encontré.

iLiKETRAiNS
pero en Aguascalientes no hay,
no en el Infierno.
Subí al autobús
-he visto que en otros lugares usan rutas indescifrables,
aquí llevan los números,
todos,
del uno al cincuenta-,
al de la ruta dos
y traté de llegar temprano a casa.

Mnemosine surgía de mis auriculares
y el tren dejó de gustarme:
interrumpía mi camino,
la ruta del bus.

Llegué a casa,
el bebé
-ese ser que no sé que hace en casa-
había dejado finalmente
de llorar.

C. A. E.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Nivel 20 - Tributo a Neruda


No puedo escribir los versos más tristes esta noche,
sería demasiado.
Sería pensar que dejé pasar noches como esta,
junto a él, sin tenerlo entre mis brazos,
sin besarlo bajo el cielo infinito.
A veces me quiso y casi siempre yo lo quería. 
Casi siempre lo quiero.

Podría escribir los versos más tristes esta noche,
pero la noche es inmensa,
más inmensa sin él,
¡Pensar que aún lo quiero y que nunca lo he tenido!

jueves, 20 de septiembre de 2012

Condena

La conciencia no me deja hacer nada. Me grita que soy culpable de infinidad de cosas: del derrumbamiento de una ladera sobre la carretera, de la inundación en un pueblo de Rusia, de un huracán en el caribe... Me culpa de la luna y de la noche y del fuego, del ruido del mar. Lo peor es que me sé culpable. Me recrimina por querer extinguir la humanidad (¿¡qué otra cosa podría hacer para salvarme!?). Al menos los humanos tienen a Dios para lavar sus culpas, ¿pero yo a quién atribuyo mis errores? Me acuso de haber creado a la conciencia, pero lo juro, en su momento, la cree y vi que era buena.

Imagen desde aquí.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Amnesia

No había nada en el horizonte. Cerros y cerros hasta donde la vista llegaba. Una vegetación más o menos espesa cubría el suelo: nopales, huizaches, arbustillos espinosos y pastos secos. De pronto alguna visnaga  o un cardenche. Además de los pájaros y los cables de la luz, no había otros animales. De vez en vez alguna telaraña o un hormiguero lo obligaban a rodear el "camino" que se había propuesto. No tenía a donde ir. Al principio siguió los cables, pero no lo llevaban a ningún lado, después anduvo un tramo sobre una carretera de terracería, pero ahí no había sombra, el suelo era polvoso y la respiración se hacía difícil. No sabía como había llegado ahí, pero al amanecer estaba tirado en la tierra. El frío lo despertó. No recordaba haber tomado nada, pero como no tenía memoria, lo más posible es que lo hubiera hecho. El hambre le urgía en el estómago, no fue hasta que su sombra se hizo larga nuevamente que arrancó hojas -de esas que las hormillas acarreaban para llevar a su hormiguero- y se las metió a la boca. Esperaría a la noche, quizá pudiera ver el resplandor de las luces de la ciudad.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Presencia

[Antes de comenzar, me gustaría dejarles una canción, se llama Presencia (pero en ruso) http://bit.ly/PYHgOJ, les recomiendo acompañar la lectura de esta entrada con la música que suena a partir de 6'17", sólo arrastren la barrita roja.]

"En Cachemira no hay bruma." Me dijo y yo no supe si creerle. Tenía máster en Mentir por la Universidad Plutónica de Vietnam. Ha viajado mucho, eso sí, pero no sé si creer todo lo que dice sobre sus viajes. "En Cachemira no hay bruma. Allá hay algo mucho más denso, más pesado. Algo que te hace sentir tan húmedo que  no sabes si estás llorando o el agua se condensa en tu cara y gotea por tu barba." No lo sé. Yo jamás he estado en Cachemira. Aquí rara vez hay niebla. Hoy me acordé de él. Había niebla. No podía ver más que unos treinta metros. En el coche todo estaba bien. El café seguía caliente y vaporoso, aromático. Cuando llegué al estacionamiento apagué el radio y me sorprendí. No recuerdo ni una sola de las noticias. Estoy acostumbrado a oírlas, pero hoy no pude prestar atención. Creo que ya pensaba en él. 
Una vez, cuando regresó de Budapest, me dijo que no le gustaba viajar solo. Me invitó a Argentina. El río de La Plata es otra cosa, no tiene nada que ver con los que conocía, a lo mucho con el Pantepec, pero en realidad no. No recuerdo bien cual fue su comentario, pero era de que era ilógico que se  le llamara río -como la risa- a algo que parecía más bien una corriente de lágrimas. Le dije algo como que también había lágrimas de felicidad y soltó tremenda carcajada que hasta las lágrimas le botaron. La gente se nos quedaba viendo pero eso era lo de menos. Comenzó a llover y nos fuimos al hotel. Cuando amaneció había niebla. No sé si se muy típico que en Buenos Aires haya niebla, es la única vez que he estado allí. En Xalapa de Enriques si hay niebla muy seguido, pero en Buenos Aires no sé. No alcanzábamos a ver el otro extremo de la Plaza de Mayo, los demás parecían fantasmas, incluso él ya se mostraba algo traslúcido y acuoso. Las gotas resbalaban por su cara y su barbilla parecía una fuente pequeña. Lo tomé de la mano y él me apretó con fuerza. Cuando regresamos a México visitamos el Zócalo, no quiso que lo tomara de la mano, pero me tomó del hombro y se acercó hasta mi oído para decirme que me quería, pero que aquí no lo hiciéramos. Supe que después voló a Japón, me trajo un libro, no sé de que sea, pero es antiguo y hermoso. Me invitó a Rusia, ayer hubiéramos partido hacia Amsterdam y ahí nos hospedaríamos una noche. Me pregunto si ahora habría también neblina allá. No lo sé. En el aeropuerto dijeron que el avión falló inexplicablemente. Venía de Boston. No, no estoy llorando, lo que pasa es que mientras caminaba hasta acá, por el estacionamiento, me cubrió una niebla muy pesada. Cuando es así se condensa en la piel y parece lágrimas, ¿pero sabes algo? Olvidé mi café en el coche. Regreso en seguida.


Carlos Aguilar Esparza

La imagen es de Marcediaz desde su sitio de fotos:

jueves, 30 de agosto de 2012

Lo que queremos en México

Los economistas quieren ver ganancias; las princesas quieren ver galanes; los meteorólogos, ver gototas; los músicos -más realistas- ver guitarras; los deportistas quieren ver ganar a su equipo; los de protección animal ver gatitos mientras que los empresarios no se conforman con una cosa, quieren ver gasolina y ver gasolineras. Lo que todos los mexicanos queremos es ver ganar a la democracia en nuestro país. Lo que nos van a dar es pura verga.
¡Quique presidente!


Me pregunto si sabrá que su campaña está inspirada en la obra de Andy Warhole (mi ídolo del PopArt).

lunes, 27 de agosto de 2012

Alcohol


Todavía me cargo una resaca celestial. Ya no es física -tanto-, ahora es de esas que llegan cuando te das cuenta de lo que hiciste mientras estabas inconsciente (o peor, que no te puedes enterar). Les adelanto, no me enamoré, quizá eso sea de lo más malo. Las personas deberían enamorarse estando ebrias, sólo así puede ser bueno el amor. Si estás en tus cinco sentidos podrás recriminarte que alguna vez te diste cuenta de eso que ahora te parece insoportable; en cambio, si estabas ebrio cuando nació el "amor", mandarás a mingar a su chadre al puto de Cupido con todo y medianaranja. Pero eso no importa porque yo no me enamoré -al menos en esta peda-, esta vez sólo perdí una camisa y a esta hora ya la recuperé. No me molesta haberla perdido, es más, de haber tenido un buen motivo, me la hubiera quitado por las buenas y sin más problema. Lo que me incomoda un poco es no saber a que hora la perdí ni como fue que pasó. Meto un poco de contexto, la reunión fue en casa de una chica a la que apenas conozco; fue una de esas fiestas que se hacen en las licenciaturas para dar a conocer la mercancía recién llegada de esas carnicerías llamadas universidades, por lo tanto, era más o menos saludable. Nada de música a volúmenes estridentes ni vapores excesivamente aromáticos saliendo de pipas o cigarros, eso sí, galones y galones de destilado de caña, vodka, tequila y creo que alguna botella de ron y mezcal. Se imaginarán que estuve al tanto de todas mis acciones hasta justo antes de quitarme la camisa, luego me la quité y me fui a dormir a casa. Cuando desperté, el sábadodíadelSeñor por la tarde me di cuenta que la había dejado. Y como hasta este momento, no recuerdo haberla sacado de mis brazos. 
Todo el sábado tuve esos terribles dolores que mandan los dioses a quienes son lo suficientemente estúpidos como para tomar una gran cantidad de su elixir de la claridad. No sé si será la muerte o el medio vaso de jugo de uva que me tomé con el cereal -¿¡existe castigo peor que despertar cocido por el alcohol y solamente tener cereal con leche para desayunar!?-, pero ahí estaba, una mancha rojísima a medio camino entre la cama y el baño. El olor péptico del cereal que había hecho un viaje redondo boca-estómago-boca no me desagradó tanto como el color hemático que había ganado en el transcurso. No fue eso lo que me recordó mi camisa, de hecho a esa hora ya la había vuelto a olvidar. Al despertar vi mi playera y mi pantalón en el bote de la ropa sucia (hasta ebrio soy capaz de separar mi ropa sucia de la limpia) y me pregunté en dónde la había dejado, y es que aún ahora no recuerdo habérmela quitado.
Hablando de eso de licores y de olvidar: ayer me platicaba un amigo que la libertad espiritual se consigue con alcohol. Hoy no estoy tan seguro. No sé si sea por los calambres en el estómago que me despertaron esta mañana o por que todavía tengo sed, pero más bien me siento como uno de los esclavos de Salomón dentro de un anillo mágico. Hay una frase latina que me gusta mucho, es animæ excidium, en español sería "la destrucción del alma". No podría decir que el alcohol es la destrucción del alma, pero si en la tierra hubiera algo cercano a ello, sería el alcohol. Históricamente, el alma ha sido la cadena que nos ata a una sociedad occidental, y esto se ha dado porque la moral es la que posibilita la vida en comunidad. Supongo que es claro que la moral es el grupo de reglas a seguir para lograr la salvación del alma. Entonces, el alcohol, al relajar nuestro sistema vergonzoso, hace que olvidemos poco a poco el pudor y la moralidad. ¡Quizá después nuestras almas ardan, hoy colmémoslas de alcohol! En fin, que invertí tanto alcohol en mi alma que perdí mi camisa, una roja con tres disparos en la espalda. Hoy me la han entregado, con todo y los disparos. Me pregunto quien la encontró y como supo que era mía (bueno, seguro me vio con ella puesta).
La madrugada del sábado regresé a casa, un amigo me dejó en la puerta. Sé que la noche viernesábado bebí demasiado, se que besé a un chico que se coló a la fiesta y que un profesor ligó o algo por el estilo con una chica de nuevo ingreso a quien creía lesbiana y que la policía buscó pretexto para cargarse a algunos cuantos pero no lo encontró porque nadie fue tan estúpido para beber elixir destroza-almas del barandal hacia afuera (no vaya a ser que olvidáramos devolver las jarras a la cocina y la anfitriona no volviera a invitarnos) así que se fue sin su mordida y yo sin mi camisa roja con tres balazos en la espalda que no recuerdo haberme quitado.
El viernes besé a quien no quería besar, y lo hice totalmente lúcido y con descaro. No sé porqué, a lo mejor sí quería. Realmente no fue un día muy liberal, pero me atormenta saber que perdía una camisa justo antes de irme a mi casa, recuerdo que dos minutos antes de salir la traía puesta, igual la mochila, y sé que al llegar a mi casa ya no llevaba camisa, y que había usado una roja y que tenía tres disparos en la espalda y no me preocupé hasta ahora que una amiga me dijo que me dejaron esto unas muchachas que no conoce.Hoy lo vi y me dijo que si es cierto, que cuando salí ya no traía camisa. Nadie me ha sabido dar razón. Pensándolo bien, no me preocupa haber perdido una camisa, me preocupa no saber quien me la regresó y que nadie me ha podido dar razón de que fue de ella.

domingo, 26 de agosto de 2012

Respuesta a Are

Desencadenante (Are): "All that I need: Un poeta y un trabajo que me haga sentir plena =3"
Cadena en respuesta (a lo que no aspira a ser pregunta; Carlitos del mal): 
  • Regla número uno: seas gay o no, jamás, repito, jamás te enamores de un escritor, mucho menos de un poeta. No merecen ser amados, merecen que los destrocen entre los peores tormentos. Sólo así podrán seguir creando. Cuando algo se crea, otra cosa es destruida. Si te enamoras de un escritor, te destruirá para crear su obra, si destruyes a un escritor, serás tú quien alimente su obra. Asegúrate de que sufra, pero no te enamores. Enamóralo y  hazlo creer que lo amas, pero no te enamores de él (o de ella). Cógetelo si quieres o cítalo y nunca llegues; bájale el cielo cuando llueva -así no cuesta tanto trabajo- y prométele que vendrán lluvias suaves (pero no le digas que es un oráculo de Bradbury), es todo lo que necesita para saber que lo amas, entonces sabrá crear, será algo inperfecto (se verá así, como si algo estuviera mal, como si necesitara dar un salto más en algún lado). Cuando comience a sentir su destrucción comenzará su obra, la definitiva, la que realmente podría valer la pena. Pero debe ser la de él, no la tuya.
  • Regla número dos, quizá la cero: Un trabajo que te haga sentir plena... No pides nada. Quizá trabajar en una mansión, catando vinos, o paseando perros, o haciendo casi cualquier cosa (algo por lo que te paguen, obvio, y para alcanzar la plenitud, algo en lo que te paguen mucho) que te guste. Pero no. Eso no existe. Tu trabajo te puede gustar durante algún tiempo (una vida, si tienes suerte), pero la naturaleza humana es el cambio y en un momento dado dejarás de sentirte plena, Are. Lo que tu buscas es algo momentáneo (al igual que lo es un poeta), algo que terminará por desvanecerse. Pero no te aflijas,
  • Regla número tres: No importa lo que te he dicho, encuentra a tu poeta y el trabajo que te haga sentir plena. Apenas pase el instante en que ya no te hagan sentir plena, los puedes mandar al infierno y eso será lo mejor que podrías hacer, eso te hará sentirte plena otra vez (y no tienes que sentirte mal si mandas al infierno a un poeta, eso hará que su obra sea magnífica, por lo del trabajo siempre habrá otro que lo haga).
  • Regla número cuatro: Aunque quieras que tu obra sea perfecta, no dejes que te lastimen, que el dolor que tu obra necesita sea el del trabajo duro, no el del sufrimiento que otro te infrinja.
Esta no es una regla, pero te mando un abrazo, Petite Dame. 3:D

Carlos Aguilar Esparza

miércoles, 22 de agosto de 2012

Ateísmo

Hoy terminé de leer "La virgen de los sicarios" de Fernando Vallejo; después empecé a leerla otra vez. Está llena de frases que me emocionan y me encanta como el narrador se va por las ramas. Les dejo mi oración favorita:

Entonces entendí que Alexis no respondía a las leyes de este mundo; y yo que desde hacía tiempos no creía en Dios dejé de creer en la ley de la gravedad.

martes, 21 de agosto de 2012

Besto - Bestia


La segvonto estas teksto kiu mi skribis por iu interreta programo (sed mi nememoras la nomon el ĉi tiu).

Murdu, maĉu, glutu. Kun viaj ŝirdentoj disŝiru la karnon. Nutru viajn orelojn pro la agoniaj ĝemaĵoj de la via kaptaĵo, viajn piedojn pro la varma sango de la besto. Maĉu kaj glutu, maĉu kaj glutu, maĉu kaj poste vomu pelton. Vomu la ĉastecon, forlasu la honton preterlasu la malnesecon. Forŝiru karnon, ŝmiru sangon al viaj lipharoj –viaj idoj povas atendi-, glutu, plenigu muzelon kaj manĝosufikiĝu per sebo kaj tendenoj, glutu la peltaĉon kaj la nervojn, rompu ostojn kaj glutu oksipiton. Glutu, glutu, glutu! Ne rubigu karnon, ĉie glutu, ŝiru ribon kaj glutu viscerojn, ne maĉu: glutu, manĝu sen dispecetigi la molan mason, malfaru pulmojn, koron. Glutu intestojn, fetojn, feĉojn, hepaton, glutu. Defendu vian manĝaĵon, gruntu, montru viajn sangoŝrimajn ŝirdentojn, hirtu vian pelton, ne permesu ĝin proksimiĝi, ĵetu ungegojn, forevitu, disŝiru la karnon, forevitu, sangu, plorboju, mordu, ŝiru, murdu, maĉu, glutu.
Karlo Agilar Esparsa


El siguiente es un texto que escribí para un programa de internet (del que no recuerdo el nombre).

Muerde, masca, traga. Vuelve a desgarrar con los colmillos la carne, alimenta tus orejas con los gemidos agonizantes de tu presa, tus patas con la sangre caliente del animal. Masca y traga, masca y traga, masca y luego regurgita pelo. Vomita la decencia, deshecha el pudor, deshazte de lo innecesario. Arranca carne, llena tus bigotes de sangre, tus crías pueden esperar, traga, llena el hocico y atragántate de sebo y tendón, traga el pellejo y el nervio, rompe el hueso y traga el cogollo. Traga, traga ¡Traga! No desperdicies la carne, traga todo, arranca costillas y traga vísceras, no mastiques, traga, pasa sin triturar la masa blanda, desgarra pulmones, corazón, traga intestinos, fetos, heces, hígado, traga. Defiende tu alimento, gruñe, muestra tus colmillos ensangrentados, eriza el pelo, no dejes que se acerque, lanza zarpas, esquiva, rasga la carne, esquiva, sangra, aúlla, mata, desgarra, muerde, masca, traga.

Carlos Aguilar Esparza


lunes, 20 de agosto de 2012

Lete y Mnemósine

I
Dicen que el demonio nos vio beber de su manantial privado,
que nada nos dijo y permitió que apagáramos nuestra sed
de olvido...

II
Yo no lo recuerdo,
pero tengo esa constante impresión de haberlo vivido antes
o de que lo volveré a vivir
y que entonces tampoco enloqueceré
y volveré a quedarme quieto.
¿Es esto lo que Dios llama pecado?

III
¿De qué sirve la amnistía?
Las leyes olvidan fácilmente,
los daños tienden a desaparecer.
¿¡Pero yo qué hago con esta culpa!?

IV
Dicen que en el infierno hay dos ríos:
uno reinicia la memoria,
deja la mente vacía;
el otro hace recordarlo todo.
Los dos -para mí- son suplicio,
sufrir sin saber por qué
o recordar todo lo que me condujo hasta el hades.
Por hoy prefiero olvidar.


V
Dicen que el demonio nos vio beber de su manantial privado,
que nada nos dijo y permitió que apagáramos nuestra sed
de recuerdos...

Carlos Aguilar Esparza

domingo, 19 de agosto de 2012

Top diez: Las canciones más tristes del trailero depresivo

Para algunos la música es sólo un ruido que pasa por esta vida sin pena ni gloria, para otros es el acompañamiento de ciertos momentos decisivos, unos más disfrutan de bailar con ella o de de ser agasajados por un intérprete. Para mí, la música es parte de mi cuerpo, corre entre mis venas -le llaman glóbulos rojos- y entre mis neuronas, entra a mis pulmones, la absorben mis intestinos, late en mis ventrículos, me resuena entre el yunque y el caracol. Antes de dormir pongo música, la siento mientras duermo, despierto con ella; me acicalo escuchándola, me conecto los auriculares mientras cruzo la ciudad. Sufro las clases -no me permiten escuchar música- y revivo un poco durante los recesos. Como escuchando música, digiero con música, descanzo mientras la escucho. No puedo imaginar cuan terrible sería para mí un día sin música. Vivo per lei. Y como toda pasión, tiene sus lados bellos y sus lados macabros.
La mayor parte de la gente, al exponer sus pasiones presenta el lado "luminoso", lo artístico y bello, pues. Pero yo prefiero mostrar el otro lado, soy dinamita bajo este sol. Presente el lado triste. Justamente eso es a lo que se refiere esta entrada, una lista de mis diez temas tristes favoritos.
Algunos como "Yugoslavia" de Lena Katina, "Mad World" de Gary Jules, "Patas de Rana" de Andrés Calamaro o "Eleanor Rigby" de The Beatles no entraron en mi lista, pero pues bueno, a algunos nos parecen tristes ciertas canciones que a otros no o no les parecen tan tristes.
En el número 10 pongo "Everybody hurts" de R.E.M., especialmente me toca cuando se escucha el don't throw your hand.   En Youtube.
El número 9 es "Chiken wire" de Pernice Brothers, la primera vez que la escuche, los vellos de mis brazos se erizaron: And all the walls will fade to black, could she be thinking of another now? En Youtube.
La canción con el puesto número 8 es de Pink Floyd, "Comfortably Numb", me parece terrible tener un estado de ánimo como el descrito en la canción: -Just the basic facts, can you show me where it hurts? -There is no pain, you are recedind... En Youtube.
7: Ohne Dich, una canción de la banda alemana Rammstein. Esta canción me mueve ciertas fibras sensibles. Me parece cruel. Und die Vögel singen nicht mehr! (y las aves no cantan más). En Youtube
Nacho Vegas -mi cantante favorito- no puede faltar en esta lista, el número 6 de las canciones más tristes lo tiene él con su canción "Cerca del cielo": Y me aferro a una roca más dura que Dios y la falta de oxígeno nubla mi cabeza y sé que un poco más bastará para salvarme. El video de esta canción en el concierto Radio 3 (en Youtube, claro).
El número 5 es la canción que en muchos top ten he encontrado como la más triste de todas: "Gloomy Sunday" pero no cualquier versión, la que interpreta Billy Holiday, ¡esa mujer para al diablo con su voz! Angels have no throught of ever returning you. Would they be angry if I thought of joining you?En Youtube.
En el 4, casi llegando a los tres temas principales, está "Bala perdida" de mi tocayo Carlos Ann, y es que alguien disparó al destino y me tocó a mí ser una bala perdida sin objetivo ni una misión a cumplir [...]. Y no sé cuando la bala besará el suelo y descansaré para siempre con el polvo de la tierra. Oír la canción.
La canción número 3 más triste para mí es "Sunken soldiers ball" de Agua de Annique (la misma vocalista de The Gathering). Ésta en especial, me puede nublar la vista. I have no better words than "Thank you" and "Good bye". I wish I didn't have to see our love die... Deprímase aquí.
El número 2: "Hurt", específicamente la versión de Nine Inch Nails. La conocí a través de Tran, uno de mis personajes literarios favoritos (aparece en la novela Exquisite Corpse de Poppy Z. Brite, si alguien la tiene, me la puede regalar); existe una versión interpretada por Jhonny Cash, esa también es muy triste, pero quizá alcance sólo el lugar trece o catorce en esta lista. You could have it all, my empire of dirt. I will let you down, I will make you hurt... Ábrase las venas aquí.
Finalmente, el número 1, la canción que me parece más triste de todas cuantas he escuchado: "Poor Edward" de Tom Waits. Su voz es tan mortal, los arreglos, y la historia... me pone los pelos de punta (y más cuando me enteré que puede ser que Edward Mordake haya existido realmente). It was his devil twin and at night she spoke to him things heard only in hell, but they were impossible to separate: chained together for life... Muera de tristeza aquí.




jueves, 16 de agosto de 2012

Storm

See so softly, soul of silence,
how she leaves you, how she's sailing
when the sea with unseen violence
speaks the secrets of the past.

Fast as thunderbolt in open
spaces, the waves -fast comes, fast broken-
flows with fangs that bites the wooden
ship who takes her far from you.

See so sadly, weeping warrior,
there is rain, but there's not rainbow:
she's now leaving, she won't back to
be with you. She won't come back.

The fait's lost, the hope is stormy,
 the wind screams and licks with fury,
and the lighthouse now is burned.
The only light comes from the sparks.

Dark's the wather, there no matters
what you wish, you won't see her.
The close rain and the brave waves
hide her of your lovely view.

She, so lonely, lost at darkness,
looks beside searching the pier;
won't return from ocean's travel,
she'll be killed by Hurricane.

Carlos Aguilar Esparza

miércoles, 15 de agosto de 2012

Sobre el cielo, bajo el infierno


La decepción fue inmensa. Nadie arrojó rocas mientras subía. Tampoco había un esqueleto de leopardo, ni siquiera una araña robótica; no había dioses a quienes reclamar. Si bien el ascenso fue casi irrealizable, también lo es en otras montañas. Lo mismo fue en Manaslu y Lhotse y en Nanga Parbat y en los otros veinte ochomiles. Tampoco en esta ocasión hubo piedra que rodar cuesta arriba. Ni aves que devorasen las entrañas empeñadas en regenerarse. No hubo nada de lo que cuentan los mitos y la literatura. Tampoco en la paz de las alturas, las estrellas se apagaban una a una... En definitiva, el monte no fue un calvario. Ni un Everest, ni un Olimpo. No hubo Arca anclada, ninguna Montaña del Dolor. El aire no huele a libertad en la cima. Eso es otra cosa que falta. De día o de noche el cielo es el mismo hueco negro -o azul pulcrísimo- a través del que miran blancas esas perras en jauría. El silencio miente, ¡es tan hueco el retumbar de la tormenta cuando es tan eterno como la nieve! La vegetación es asombrosa, hay pestañas cubiertas de vaho congelado hasta donde la vista alcanza ¿Las pestañas son vegetación o son fauna? De un modo o de otro es lo único que se distingue en el paisaje. Sólo eso hay hasta donde llega la vista. Arriba, en donde ya no se puede hacer ningún camino que suba, no existe el calor. La piel pierde la sensibilidad. Los oídos palpitan y zumban la altura. El blanco y el negro se licúan ante los ojos. Se envidia -aunque sólo por poco tiempo- a los ciego (quizá durante una eternidad). Uno sabe que el aire atraviesa entre las vibrisas, pero no huele. La sal deja de serlo ante la lengua. No se ama. En el punto más alto sólo existe la sensación de vacío, de que algo debería haber luego de tanto subir y subir y subir y subir... Arriba uno se da cuenta de que es falso que los Alpes no se pueden suplantar. Es lo mismo Mont Blanc que Maldito. Los Alpes son los Pirineos y los Andes y el Himalaya y el Kilimajaro. Los Alpes son la Cordillera Centinela. En ese abatimiento Elbrús es identico a 3938 y después de de subir la numeración es lo único que sigue, pero en descenso. Baja. Treinta y siete: Erebus. Treinta y seis: ¡No bajes! Treinta y cinco: ¡Debes seguir subiendo! ¡Más alto! Treinta y cuatro: Aunque tu cadáver descanse en el pico más elevado del reino, seguirás bajando, Mulhacén. Treinta y tres: Maldito. Treinta y dos: Terror. La música aún es imparable. Aún sin ser propias las “noches árticas” no abandonan. Estás perdido, Altazor. Solo en medio del universo. La caída sigue. ¿O era sólo un sueño? Era un casi sueño, parcial pesadilla, sin historia. Ya no hay monte que subir y después de tanto subir la caída es inmensa. La gravedad sube. La velocidad sube. Ya no hay tiempo. No hay más palabras. La caída es cada vez más próxima e infinita. Continúa. Se pierde el peso. Ya no se puede subir: la caída es más próxima, continua. Es infinita. Es repetitiva. Es infinita. Es repetitiva. Es sinfinita. Es repepetitiva. Estás perdido Bajazor. Estás perdido y lo sabes. Ya no sabes subir. En la caída hablas contigo. Te hablas como si fueras el interlocutor.  Recuerdas la decepción de la cima y te das cuenta de que era el prefacio de la caída. Estás perdido, Sísifo. Sólo en medio del universo. No hay dioses a quienes reclamar. Ya no habrá cima de nuevo. Oíste al segundo mensajero y ahora te desplomas como una  montaña ardiente. Caes. No hay sima y lo sabes.

Carlos Aguilar Esparza

Lhotse

martes, 14 de agosto de 2012

Kilotones

A sesenta y siete años de una de las acciones más imprudentes de la humanidad y sin afán de herir a los afectados.

Kilotones

Hay veces que me sé roto
-como un átomo de Uranio 235-,
totalmente destructivo por mi dolor;
que me siento un Little Boy
que usa sombrero de hongo
y sé que destruiré
todo lo que esté a mi alcance,
aunque no quiera.

Hay otras que me siento derrotado,
bombardeado por neutrones,
entonces siento que mi alma se divide,
que se fisiona,
que explota infinidad de veces,
que está descontrolada
y que arrasaré
lo que se encuentre ante mi caída,
que nada podrá sostenerme.

Soy devastador
a manera del final de una guerra.
Soy la paz porque no queda de otra,
porque ya no hay quien recuerde a los héroes
ni acto épico que no sepa a deshonra.
Mi nombre no es el de la rendición
pero igual daría que lo fuera:
ya he gastado toda mi energía
(más de doscientos megaelectrovoltios)
en explotar.

Soy aniquilador
y tengo conciencia de ello,
pero las más veces
me siento como hibakusha.
Reniego de mi fortuna,
de seguir aquí
y tener que soportarlo todo.
¡Qué angustia saber que no existe el futuro,
que viene en alas de una parvada de grullas
que no completaré antes de la muerte!

Hay veces que me siento derrotado,
que me sé roto,
pero no puedo hacer nada al respecto.

Carlos Aguilar Esparza

martes, 27 de marzo de 2012

Nobis Neptuni cunabulorum cantica...

Nobis
Neptuni cunabulorum cantica
sirenes ne cantant
nec circum cadentes nostros tumulos
lamentantur.
Ei qui numquam heroicos fuerunt!

Mare ne habemus,
neque pravitatem,
tamtum hanc lacerantes rapacus avis montem.
Solum nostrorum mortuorum exemplum consequamur
et, nobis, Prometei lux se extinguet:
nihil variare nequemus.

Carlos Aguilar Esparza