domingo, 9 de diciembre de 2012

Claustropatía

No sé si el espejo está malo o si se me cae la cara de idiota. No sé si soy yo o si soy otro o si no soy. Mi mundo me es un lugar extraño. Mi cama tiene dos cabeceras; sobre una cuelga el infierno y en la otra hay un espejo que lo refleja. Me miro caer de cabeza hacia las llamas o me miro parado entre ellas. De un modo o de otro estoy condenado a estar entre el tormento. La única solución es quitar el cuadro del infierno de la cabecera de mi cama. No quiero. Me he mudado y el cuadro permanece sobre mi almohada y lo seguirá haciendo. Así al menos sé en donde caeré, así sabré en dónde pongo los pies. Llegué a un nuevo cuarto y me he dado cuenta de que las paredes no son más del color del salmón, ahora una es negra y la otra en una enorme cortina y la otra es un espejo y la otra es un hueco negro y cuadrado. No sé si el techo es un techo real, no me deja ver las estrellas, pero es un plástico transparente. ¿Es que dos cilindros de plástico se llaman techo? No lo sé. Tampoco sé en dónde colocaré mi póster de la película Drei, lo he dejado en mi antiguo cuarto y he prometido volver por él. Pero es que no sé en dónde ponerlo. Si sobre el espejo y sobrecargar la pared o si lo cuelgo de la cortina o si derribo la cortina y clausuro la ventana con un póster de una película y papel lustre de algún color que no sea ni negro ni rojo ni azul ni amarillo pero que convine con el espejo y el infierno (y con mi cama que es gigante y en la que me siento como Alicia a través del infierno con una oblea semitóxica en su divina lengua y una mentira entre los dedos y una interminable espera por alguien -de quien quizá Alicia pudiera enamorarse pero no sabe si se pueda enamorar de ella- después de una semana que acabará con todas sus reservas de futuro y quizá defina el resto de tiempo que le quede hasta la muerte), tal vez buscaré pintura salmón y clausuraré la ventana con papel cascarón pintado. Pensándolo bien, colocaré el póster en la otra parte del cuarto, la que está más allá del hueco negro, junto a uno de mis libreros, de frente a la puerta.

Cuando salgo de este pequeño espacio encerrado me doy cuanta de que me queda mucho mundo, pero hay poco por lo que valga la pena salir. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario