viernes, 21 de diciembre de 2012

Los días invernales - Eulalia

27 de diciembre

La amo. Eso es todo lo que sé. Pero ella ya no me quiere volver a ver. Todavía tengo un poco de tiempo para reconquistarla, en lo que terminan los trámites del divorcio. No la quiero perder.

El Juez ha dicho que ella se quedará con Eulalia, nuestra hija; que yo estoy incapacitado para cargar con una responsabilidad semejante. Lo dijo mirándome fúrico desde su púlpito. Esthela sonreía. Malévola. Pero aún así la amo porque es todo lo que me queda en el mundo además de Eulalia, pero Eulalia... bueno. No me puedo aferrar a ella. 

Cuando el Juez ordenó que me sacaran del lugar, ella se marchó. Los gorilas me detuvieron hasta que ella subió al taxi y se fue. Entonces me dejaron. No puedo ir a buscarla. Tengo prohibido acercarme a su casa, así que no puedo hablar con ella. No me contesta el teléfono y poco a poco me quedo sin dinero. Podría ir a buscarla al hospital, incluso podría ir a casa, aún tengo la llave, pero Gustavo me ha dicho que no lo haga, que sólo empeoraría las cosas. Le pedí que fuera mi abogado, pero me dijo que no, que no tenía tiempo realmente; que tenía ya muchos casos. Estoy seguro que es únicamente un pretexto. Me hago cargo yo solo. Es mi amigo, el único, pero estoy seguro que también él me cree un monstruo.

1 de enero

La corte está de vacaciones, regresarán la próxima semana. Mientras tanto no me puedo acercar a casa de Esthela (ya no es mía), ni al hospital. Tampoco puedo salir de la ciudad. Me he quedado sin dinero. Gustavo me ha ofrecido su casa algunos días, en lo que su hija y su esposa regresan de vacaciones. Él dice que tiene mucho trabajo, casi no lo veo. Tampoco me deja beber, teme que pueda vender sus cosas, quizá se enteró de lo del coche de Esthela.

6 de enero

Hoy despertó Eulalia. Ni siquiera me dejaron visitarla.

7 de enero

¡Qué se pudran todos! Esthela me ha demandado. Ya no sonreía. Lloraba. El Juez me ha declarado culpable. Maldita enfermera.

18 de enero

Estoy en la cárcel. No he podido ir al funeral de Eulalia. Mi niña. Ya no podrá jugar con papá. Quizá me dejen salir en 24 años. Entonces buscaré a la enfermera y le ocurrirá lo mismo que a Verónica. A nadie le perdono que sea un soplón. A nadie.

12 de marzo

Me han enyesado la pierna. Los otros presos quieren vengar a Eulalia. Ni si quiera saben lo que ocurría con mi niña.

14 de marzo

Han encontrado a Verónica y a Helena. Quizá no saldré de aquí. Mejor para la enfermera. A nadie le perdono que sea un soplón. Ni siquiera a Eulalia.

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